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Writer's pictureConnie Hunter

Lo que se ve y lo que no queremos ver


El detective Nú, luego de una exhaustiva investigación a los archivos de millones de dispositivos móviles y ordenadores de usuarios de habla hispana que datan de la segunda década del año 2000, llega a algunas conclusiones que podrían ayudar a descifrar la forma de vida de la sociedad de aquellos tiempos: Se trataba de una sociedad aparentemente muy comunicativa, por así decirlo. En grandes comunidades virtuales llamadas redes sociales debatían por escrito sus posturas ante cualquier evento, incluso los que menos les competía. Haciendo el seguimiento a una tercera parte de usuarios se puede determinar que el tiempo que muchos pasaban conectados en las redes era el mismo que pasaban despiertos. Es decir, hasta 18 horas al día, todos los días del año. Se atribuye esto a que usaban aparatos móviles con conexión permanente a internet.


Los usuarios llegaban a ofenderse unos a otros, a burlarse con palabras e imágenes a las cuales llamaban memes. Las imágenes eran una herramienta imprescindible al momento de entablar relaciones y vínculos. Los desnudos o nudes, como le llamaban (cabe recalcar que usaban palabras en otro idioma), proliferaban en una aplicación llamada Snapchat. Decían que esa red servía especialmente para esto, que las imágenes podían ser vistas por pocos segundos y desaparecían. Pero se especulaba que éstas quedaban archivadas en servidores a los que nadie tenía acceso.


Los nudes eran fotos tomadas por las mismas personas mostrando sus cuerpos desnudos. Las daban como regalo íntimo a otros a quienes querían seducir. Algunos mantenían un vínculo sentimental fuera de las redes, pero hacían uso de esta estrategia para mantener activa la atracción. Incluso registraban sus encuentros físicos y los archivaban en sus memorias para compartírselas posteriormente.


En algún momento aparecían casos de supuestas filtraciones de las cuentas de usuarios y esas imágenes privadas se volvían públicas. La sociedad se escandalizaba y, sin haberlos invitado, volvían los comentaristas a dar su opinión. Lo que muchos desconocían era que los nudes que se daban como regalo íntimo debían quedar como tal, sin importar si los vínculos terminaban o seguían. Se desconoce si la regla existía o si tácitamente quedaba establecida por ética. Se cree que pocos usuarios conocían esa palabra.


El ruido silencioso en el que esta sociedad vivía se incrementaba cuando los usuarios se multiplicaban. Algunos se desdoblaban en varios perfiles con sobrenombres que usaban para decir lo mismo pero de diferentes formas, especialmente cuando el tema era político. Se conformaban ejércitos que atacaban e irrespetaban hasta a la ortografía. Así, el idioma español se fue deteriorando a medida que las relaciones y los principios de confianza y lealtad también lo hacían.


Este es el inicio del primer capítulo de un libro que podría algún día escribirse sobre nosotros. Cuando lleguemos al límite de la inercia y muramos ahogados en un mar de palabras, empachados por tanto ego, embriagados por las hormonas, cubiertos de imágenes ajenas. O tal vez despertemos antes, cuando un golpe en la cabeza active el 95% del cerebro que se dice que aún no usamos. Puede que Nú nunca exista.

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